sábado, 6 de diciembre de 2008

Razones (las mías)

Él estudia los colores.

Le interesan las pinturas, los compuestos, las pinceladas, las sombras, la luz, el dripping, el pouring, el sanding,
la coloración específica y demás, todo lo demás que pueda relacionarse, los tintes orgánicos (los que se mueren y apestan) y los inorgánicos. También le intereso yo.

Una noche descubrió mi color, no lo hizo viéndome, me leyó.

Leyó que el púrpura era el color de los reyes; que era carísimo; que era muy difícil de encontrar, de obtener (por ello el precio elevado y que nadie pudiera usarlo, sólo la realeza y los altos líderes religiosos); leyó que el rojo lo impregnaba, lo hacía suyo y le daba características apasionadas, dolorosas; leyó que el azul también le daba forma, que la melancolía del blue lo aprisionaba.

Yo soy Púrpura, siempre lo he sido, me muevo entre violettas, morados y púrpuras; me escondo en donde se puede y desde ahí ataco. El púrpura es mi fortaleza, es un color que no se decide, que pasa el rojo sangre al blue melancolía con tanta rapidez que, desconcierta.

Yo soy peor, peor que todo lo que pueda decirse del púrpura. Para obtenerme hay que matar al molusco, hay que matar a la mujer-molusco, a la mujer-mar que soy.

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